Que tire la primera piedra quien nunca ha seguido una dieta. En una sociedad donde el ideal de belleza es una persona delgada, no es extraño que todos, en alguna que otra ocasión, hayamos querido deshacernos de esos kilos de más. Y aunque existen diferentes tipos de dietas que nos permiten perder peso, unas de las más difundidas son las dietas hipocalóricas.
Este tipo de dieta se basa en la idea de que mientras menos calorías se consuman, mayor es la pérdida de grasa y peso corporal. Por eso, se suelen eliminar de la dieta varios nutrientes, fundamentalmente las grasas y los carbohidratos, en aras de reducir el aporte calórico. Sin embargo, lo que muchos desconocen es que la reducción del consumo energético solo es eficaz durante las primeras semanas, este efecto se suele revertir a largo plazo. ¿Por qué?
Debido a que nuestro organismo necesita un aporte completo de nutrientes para funcionar de forma adecuada. Cuando este aporte nutricional desciende, nuestro cuerpo echa mano a las reservas del cuerpo, por eso se produce la pérdida de peso momentánea.
Sin embargo, a medida que el tiempo pasa, se activa lo que se conoce como “ley de la economía energética”, que restringe el gasto calórico de cada sistema de nuestro cuerpo; es decir, el organismo se las ingenia para funcionar con menos calorías. En este punto es más difícil perder peso y se corre el riesgo de que al retomar la dieta normal, incluso se ganen más kilos. Todo esto se traduce en riesgos para la salud.
Los peligros de llevar una dieta baja en calorías
1. Reduce la masa muscular
Los músculos son los mayores consumidores de energía de nuestro cuerpo, por eso, al reducir la ingesta de calorías, son los primeros en notar el cambio. Todo comienza por una ligera reducción de la masa muscular, que genera la errónea sensación de que se ha perdido peso pero en realidad no hemos perdido tejido adiposo. Si la dieta continúa, los músculos van perdiendo volumen y una vez que se reducen, es muy difícil volver a recuperarlos, incluso con un buen plan de entrenamiento.
2. Aumenta las reservas grasas
Las calorías que se consumen se convierten en glucosa y se almacenan en los músculos en forma de glucógeno para generar energía. No obstante, cuando la ingesta de calorías disminuye, los músculos se hacen más resistentes a la insulina (que es la hormona que controla el almacenamiento de la glucosa en el cuerpo) porque intentan ahorrar al máximo la energía para utilizarla en otras funciones de mayor importancia. Así, la glucosa en vez de convertirse en glucógeno, se transforma en grasa de reserva; es decir, en tejido adiposo. A la vez, la producción de enzimas lipogénicas, relacionadas con el almacenamiento de grasa, tiende a aumentar mientras disminuyen las enzimas lipolíticas, que son las encargadas de quemar las grasas. En resumen, se desencadena el efecto inverso al que se pretende lograr.
3. Provoca desequilibrios hormonales
Varios estudios afirman que las dietas hipocalóricas pueden alterar la producción de cortisol, la hormona del estrés, que también interviene en la producción de otras hormonas. Todo comienza cuando el organismo percibe que han disminuido los nutrientes, entonces se desencadena una señal de estrés que dispara la producción de cortisol. Sin embargo, como la producción de cortisol solo está prevista en situaciones puntuales de gran tensión, las glándulas suprarrenales (que son las encargadas de producir esta hormona) se agotan y no son capaces de seguir produciendo la misma cantidad. Como resultado, la persona comienza a experimentar cansancio, irritabilidad y agotamiento. A la larga incluso puede desarrollar un hipotiroidismo.
4. Debilita el sistema inmunológico
Otra de las consecuencias a largo plazo de una dieta hipocalórica es el debilitamiento del sistema inmunitario. Esto se debe a que en este tipo de dietas se restringe el consumo de alimentos que contienen nutrientes importantísimos para el sistema inmunológico, como la vitamina C y D, así como las vitaminas del complejo B y el hierro. Además, la debilitación de las glándulas suprarrenales como consecuencia de la producción mantenida de cortisol también abre las puertas a la entrada de virus y bacterias en el organismo.
5. Reduce la termogénesis inducida por la dieta
Con una dieta hipocalórica se reduce la cantidad de calorías que consumimos a lo largo del día pero también el calor producido por la digestión. Este es otro de los resultados del ahorro energético que el organismo pone en marcha ante la reducción de calorías. De esta forma, la sensación de frío aumenta y se vuelve más intensa, sobre todo en las extremidades del cuerpo, donde la circulación apenas llega porque se reduce al mínimo para gastar menos energía.